martes, 11 de mayo de 2010

Piel de Hada


Me dijo mientras rozaba mi brazo que mi piel era igual al de un hada, todo era púrpura a mi alrededor no había nada más que luces delirantes.
Quería tanto besarlo, tomarlo por sorpresa y abrazar fuertemente su pecho junto al mío, como si nada pudiera separarnos nunca, donde los nombres no existen, donde los pensamientos se escapan y no regresan, empezar de nuevo, no recordar nada y gritarle al tiempo que gane la partida hoy yo.
Sus manos temblaban imitando a mi corazón que se desbocaba por mi boca ya reseca de tanta angustia, solo podía recordar que no debía enamorarme, no podía demostrar debilidad ante sus ojos negros que me devoraban con cada palabra.
Ya nada funcionaba, bueno eso era lo que todos solían decir, él ya no me extrañaba en la cama, le bastaba con tenerme cerca, todo era púrpura para mí, seguía siendo del mismo tono fuerte y oscuro, donde aquellas voces irrumpían de vez en cuando en mi subconsciente. No era tan necesario escucharlas, ya lo sabía, solo que él no lo mencionaba, nunca lo haría, se que me amaba demasiado para hacerlo, para pensar en hacerlo.
Rumores, malditos rumores, todos hablan, opinan sobre nuestra vida y nadie ve lo que realmente pasa, mi piel era como la de un hada, lo seguía siendo antes sus piadosos ojos, hubiese dado mi alma por hacerlo reír un instante, pero no lo logré, no pude hacerlo ni por un segundo.
Pude ver sus mejillas mojadas, su barbilla goteando, aquellas lágrimas lo decían todo, sufría y yo no podía evitarlo, ni siquiera conseguía consolarlo, se sentía solo en la habitación rosa pálido que me abrigaba desde hace ya mas de una semana, cuando los hombres de gabachas blancas me recibieron en un profundo coma, mi enfermedad había avanzado drásticamente y probablemente no iba a despertar; ellos no notaron que podía escucharlos, el problema era que mi cuerpo no obedecía, nada obedecía, mi mente estaba asustada, todo era oscuro para ella. Hace unos minutos te dijeron que no resistí más, que mi muerte fue muy tranquila e indolora, pero ellos siguen sin saber nada, yo sigo acá contigo, abandone el cuerpo, ese aparato inútil que me prestaron por un tiempo, pero que se daño, ante tus ojos, ante tu mirada impotente de humano.
Ahora puedo verte, veo tus mejillas mojadas, las lágrimas han empapado el cuello de tu camisa y yo no puedo consolarte, estoy a tu lado, tu no me vez, lo intento, juro que te amo como el primer día en que te conocí, nada ha cambiado entre nosotros, aunque ya no estoy en tu cama, ni en tu mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario